Zidane se movía con la prestancia de un torero. Cada gesto suyo era pura maestría y elegancia innata, él orquestaba el juego con inspiración divina. Sus pases eran milimétricos, como pinceladas magistrales en un https://nellvxat949102.blogunok.com/38722023/una-mirada-al-gesto-que-cambió-la-final-del-mundial